PASTELITOS "CELESTIALES" DE LIMÓN 

Que soy una enamorada de la repostería lo he dicho ya muchas veces. Desde que era una niña me ha gustado la cocina, y todo lo que eran dulces, más aún. Entonces no había internet ni tanta información al alcance de la mano como hoy. Estoy hablando de hace unos 30 años, no hace tanto. En unos días cumplo 44 y desde los 10-11 años empecé a meterme con mi madre en la cocina y a preguntar por todo, todo lo quería hacer y probar, todo lo tocaba, con todo me atrevía, volvía loca a mi madre, era un poco mosca cojonera, la verdad. Y cómo cuando se me mete algo en la cabeza soy un pelín insistente, empecé a recortar recetas de cocina de las revistas que mi madre compraba para aprender como hacer merengue, como montar nata, que era eso de tamizar... Que ahora se dice fácil lo de tamizar y todo el mundo que sepa algo de cocina sabe lo que es, pero antes en las recetas te venía que había que cernir la harina y te quedabas a dos velas. Y no era otra cosa que pasarla por un cedazo, vamos lo de tamizar hoy con un colador pero en lenguaje antiguo. La verdad es que todo lo que sé hoy en día en repostería se lo debo a las revistas de esa época que aún hoy existen, Pronto, Tele indiscreta, Lecturas... A mi madre les encantaba y yo se las destrozaba en cuanto las veía. Ese afán en tener cada vez más recetas para aprender y practicar tengo que reconocer que se convirtió un poco en obsesión, y recortaba las recetas de todas las revistas que veía, en la peluquería, en las consultas del dentista, en alguna tienda, si iba de visita a casa de alguien, incluso si veía alguna tirada en una papelera o un contenedor...  Lamentable, lo sé, todos tenemos un pasado oscuro.
Pero todos estos recortes trajo consigo carpetones llenos de recetas que, la mayoría, nunca llegaba a hacer. Así que a los años, en la primera mudanza que hice cuando me casé y cargué las cajas llenas de carpetas, decidí ponerle solución. ¿Cómo?, pasando las recetas a cuadernos. Ese día estaba iluminada yo también cuando decidí que tenía que escribirlas. Mare mía!
Así que durante años pasé todos aquellos recortes a cuadernos escritos a mano letra a letra. A esos cuadernos, le siguieron más cuadernos con recetas de internet que en la vida podré cocinar porque sin exageraros puedo tener cerca de 50 cuadernos, si no son más, todos rellenos de principio a fin. Por lo que ahora, tengo una parte de un mueble dedicado sólo a recetas de cocina. Es cierto, mi locura es infinita... En fin, sé que aunque muera como una tortuga galápago con cerca de 150 años no terminaré de hacer todas las recetas que tengo anotadas, porque los cuadernos aumentan con más recetas, pero es que no lo puedo remediar, veo alguna que me gusta y la apunto. Cuando me quede cegatona, haré recopilatorios de audios con las recetas supongo, no sé, conociéndome, no me extrañaría.
Bueno, pues todo esto os lo he contado, porque la receta que os traigo hoy es una de las primeras que recorté de alguna revista hace muuchos años. Unos bizcochitos de limón que son muy sencillos pero están muy ricos. Los bauticé como celestiales porque cuando los hice por primera vez me arriesgué a llevarlos a una reunión familiar sin ni siquiera probarlos. La primera persona que los comió me dijo que sabían a cielo, y a partir de ahí, en un alarde de originalidad mío, se quedaron con ese nombre. Son muy fáciles de hacer y además les puse el toque "Carmela"  de las rodajas de limón confitadas decorándolos.
Pero antes de daros la receta, ya sabéis que os invito a viajar por la historia y hoy cómo podéis imaginar, vamos a conocer la historia de mi cítrico preferido.
Aunque se dice que su origen es desconocido se supone que la historia del limón tiene su inicio en Assam, una región ubicada al noreste de la India, allí ha sido cultivado desde hace más de 2.500 años. Los comerciantes árabes llevaron el limón al Medio Oriente y África alrededor del año 100 d. C y se cree que fue ingresado en el sur de Italia cerca del año 200 d.C.
Hasta el siglo X, el limón no era cultivado para consumo, sino que era usado como planta ornamental. Para el siglo XI, los árabes introdujeron el limón en España y para el año 1150 el limón era ampliamente cultivado en todo el Mediterráneo, mientras que en el resto de Europa fue traído por los Cruzados que regresaban del Medio Oriente y el norte de África.


El limón es registrado en la literatura por primera vez en un tratado árabe de agricultura del siglo X. El primer cultivo trascendente de limones en Europa fue en la ciudad de Génova, a mitad del siglo XV donde el limón comienza a ser usado completamente para las artes culinarias. Los griegos lo usaban para aromatizar el lino y protegerlo de las polillas, mientras que las primeras descripciones de su uso para propósitos terapéuticos se pueden ver en los trabajos de Teofrasto quién es considerado el fundador de la Fitoterapia (el uso de las plantas para tratamiento de enfermedades). Se sabe también que los helénicos hacían crecer árboles de limón cerca de los olivos para protegerlos de los ataques de parásitos. Por otro lado se dice que, el emperador romano Nerón era un gran consumidor de este fruto ya que estaba obsesionado con el riesgo de un posible envenenamiento y el limón le contrarrestaría los efectos.



Durante el siglo XVIII se hizo famoso entre los marineros, que solían consumirlo en abundancia en sus largas travesías porque sabían que les protegían frente al escorbuto. Ello era debido a la vitamina C que contiene que no se le descubrió al limón hasta 1932. Es uno de los cítricos más ricos en esta vitamina, con sólo 100 ml de zumo de limón tenemos el 65% del total que necesitamos a diario. Esta vitamina es fundamental para el buen estado de los vasos sanguíneos, así como para la salud de los huesos, dientes y piel. Además es un excelente tónico astringente para poros dilatados y puntos negros, ayuda a eliminar manchas de la piel, ayuda a evitar el resquebramiento de uñas y en perfumería, su cáscara es utilizada para realizar innumerables fragancias cítricas



 Una auténtica joya amarilla que en casa nos encanta, mi hija incluso se lo come a bocados, así sin más, mientras yo babeo como un caracol cuando la veo como lo hace. En casa siempre tengo un frutero lleno de limones y si tuviera una casa grande con jardín, que algún día espero tener, sería el primer árbol que plantaría, un limonero. Pero mientras yo sigo soñando con esa casa imaginaria, os dejo la receta para que probéis estos bizcochitos...

90 gr de harina
140 gr de azúcar
2 huevos
120 gr de mantequilla
1 cucharada de zumo de limón
La ralladura de medio limón
Sal
Azúcar glass

Para confitar los limones

1 limón
200 gr de azúcar
100 ml de agua

1. Primero confitamos el limón. Lo cortamos en rodajas finitas y pondremos a cocer en un cazo con el agua y el azúcar unos 5 minutos. Si lo dejamos más se caramelizará, y quedará duro y amargo. Cuando ya estén confitadas, las sacamos con un tenedor del cazo y reservamos en un plato. 

2. En un bol batimos la mantequilla a temperatura ambiente junto con el azúcar hasta que quede una mezcla cremosa.

3.  Incorporamos los huevos de uno en uno y mezclando cada vez. Agregamos la harina, una pizca de sal, el zumo del medio limón y la ralladura. Removemos bien hasta conseguir una masa lisa y homogénea, sin grumos. 

4. Engrasamos con mantequilla y espolvoreamos con harina unos moldes de papel alargados (de los que se usan para hacer valencianas) y vertemos la masa conseguida en ellos. Si os resulta difícil distribuirla en los moldes, ayudaros con el canto de una cuchara mojada en agua, ya que la masa es bastante pegajosa. 

5. Horneamos a 180º durante 25 minutos. Se sacan y se dejan enfriar en una rejilla. Ya fríos, les quitamos el papel y espolvoreamos con azúcar glass. Cortamos en medias lunas las rodajas de limón confitadas y decoramos los pastelitos con ellas.







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