PAVLOVA CON FRUTOS ROJOS
¿Os animáis a viajar conmigo? Hoy pienso llevaros muy lejos, a las Antípodas nada más y nada menos. En la sección del blog de Repostería internacional os voy a hablar de la Pavlova ¿Habiáis oído alguna vez hablar de ella? Probablemente sólo por el nombre, penséis que se trata de un postre ruso o de algún país del Este. Pues nada que ver. Este postre es reconocido como típico de Nueva Zelanda aunque esto ha traído siempre muchas disputas con Australia que también lo considera suyo. Pero aunque el origen de este postre genere controversia, de lo que no hay duda es de que este postre se ideó en honor a la bailarina Anna Pavlova.
Según escribe el biógrafo de la bailarina, cuando ésta se encontraba en su gira mundial de 1926, durante su estancia en Nueva Zelanda, el chef del hotel Wellington, inventó este postre inspirado por el tutú que usaba para bailar (blanco, abultado y etéreo). Lo recreó con elementos de pastelería, agregando trozos de kiwis por encima que representaba unas rosas verdes con las que estaba adornando su traje. Desde entonces, la bailarina no sólo es conocida por su elegancia en el escenario y su espectacular talento, sino que, además, es conocida por ser la inspiración para este delicioso y tan majestuoso postre que a todos nos gusta. Muchos críticos gourmet opinan que nunca se sabrá si el origen de la Pavlova se debe a Australia o Nueva Zelanda pero todos coinciden en que la creación es una obra maestra, al igual que los pasos de Anna Pavlova en el escenario.
Mi Pavlova es la clásica con base de merengue francés horneado, cubierto con una montaña de nata montada y decorada con frutos rojos regados con sirope de fresa. Es más fácil de hacer de lo que pensáis y el resultado es espectacular. Quedaréis como reyes si presentáis una Pavlova como postre en una reunión familiar o con amigos. Os dejo la receta...
100 gr claras de huevo
200 gr azúcar
Unas gotas de limón
Una pizca de sal
1 cdta vinagre
1 cda maicena
400 ml nata para montar
Frutos rojos al gusto, en este caso usé fresas, frambuesas y arándanos
Sirope de fresa
1. Primero haremos el merengue francés. Para ello montaremos las claras con las gotas de limón y unos granitos de sal.
2. Cuando empiece a hacer picos blandos añadimos el azúcar a cucharadas. Seguimos batiendo para que siga cogiendo cuerpo. Añadimos el vinagre y la maicena y continuamos batiendo hasta que el azúcar se haya disuelto completamente.
3. Metemos en una manga y hacemos un círculo sobre papel de hornear dejando un hueco en el centro. Si no os manejáis con la manga, podéis hacerlo con una espátula y si no estáis muy seguros de hacer un círculo correcto podéis dibujarlo por la otra cara del papel y así os sirve de guía.
4. Horneamos a 140º durante hora y media. Sacamos y dejamos enfriar. Os quedará duro al tacto pero cuando lo probéis estará cremoso por dentro.
5. Montamos la nata. Os recomiendo que esté muy fría y si metéis el bol dónde la vayáis a montar y las varillas unos 30 minutos en el congelador, mejor, os montará más rápido y más firme. No lleva azúcar porque ya de por sí el merengue está muy dulce, pero si sois muy golosos podéis añadirle a vuestro gusto.
6. Llenamos una manga con ella y rellenamos el hueco que habíamos hecho en el merengue con la nata. Os digo como anteriormente, si no estáis muy sueltos con la manga o no tenéis, podéis hacerlo con una espátula o incluso con una cuchara.
7. Decoramos con frutos rojos y regamos con sirope de fresa. Una delicia de postre que al probarlo os recordará, tal y como ideó el chef que lo creó, a algo tan etéreo y suave como el tutú de Anna Pavlova.
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